Los antecedentes
El año 2016 fue el ensayo de la obra actual. La primera piedra. Avanzaron hasta donde pudieron, y también retrocedieron, aunque mucho menos. De cada diez pasos adelante, uno atrás. Y de ahí para abajo, la proporción a todos los wines: donde ganaron pocos, perdimos todos y todas.
Ajustaron y reprimieron durante los doce meses. Juntaron avales, construyeron consenso en la opinión pública, y recibieron algunas críticas aisladas -que cuando tomaron peso específico fueron suspendidas en el aire, atadas a tristes metáforas de luces al final del camino, o esperanzas venideras de semestres irreales-. Empezaron y terminaron con promesas, recortes de presupuesto, y balas. Y todas las explicaciones apuntaron el índice al año siguiente, donde llegaría la cura de todos los males. Así la Alianza Cambiemos inició 2017.
Año electoral. Todo aparentemente calculado. Pero mientras hacían la plancha en distintas playas, les estalló el verano en la jeta con los escándalos de Avianca y Correo Argentino, junto al ascenso de la conflictividad social. La lucha paritaria de docentes y otros sindicatos los días 6 y 7, junto a los reclamos del movimiento de mujeres el 8, dieron vuelta marzo en tres días, para terminar el 24 con una enorme movilización popular, que ni los multimedios pudieron tapar. Todo patas arriba, ahí es donde entendieron que tenían que reponerse, definitivamente. Por eso convocaron al 1A (aunque digan que fue todo “espontáneo”).
Los ejes de debate
La movilización fue numerosa, pero ni siquiera se acercó a las antes mencionadas. Intentaron apelar a la “libertad de elección”, para correr el eje de la discusión. Así que volvamos: sabemos que a nadie le pusieron un fierro en la cabeza para que salgan ese sábado, pero también que no les fue necesario. Tienen los recursos del Estado, un enorme aparato de propaganda, todos los medios a favor, y una urgencia imperiosa: reconstruir legitimidad para ganar las elecciones legislativas. Ahí está el primer punto.
Tenían que repuntar sin pagar más costos, con la mayor construcción de consenso posible. Entonces llenaron de contenido la convocatoria previa, y bombardearon a todos los sujetos sociales que les venían moviendo el avispero, para disputar el sentido común desde la perspectiva más conservadora. Pero como el gobierno no se agota sólo en una elección, y todavía le quedan otros dos años y resto, también había que ir por lo que falta. Y ahí está el otro punto. Avanzar sobre la economía y la política sin retroceder, y cómo.
La justificación
Los docentes y otros sindicatos -que también son madres y padres de familia-, salieron a pelear porque no llegamos a fin de mes, porque todo está el doble de caro, y porque nos quieren convencer con una paritaria miserable que no sirve, sin que digamos nada. Para ocultar los reclamos, salieron a decir que se dejaba a los pibes sin clases, que son todos mafiosos, y que un paro general era innecesario porque no se aceptaban los canales de diálogo ofrecidos. Perdieron, porque el paro se hizo igual, con un altísimo nivel de efectividad y convocatoria, y los conflictos siguen abiertos. Y reprimieron, pero tampoco fue suficiente.
Entonces, apelaron al viejo contraste entre el derecho de huelga y el de libre circulación -como si fueran comparables-, y desempolvaron el fallido protocolo antipiquetes de principios del año anterior, para terminar de una vez con la protesta social. Pero esta vez, con otro tono. Y el mismo presupuesto que desapareció para políticas sociales, y que decían inexistente para negociar las paritarias, finalmente apareció.
La solución
Las últimas dos semanas, después del 1A, fueron un claro ejemplo del cambio al que apuntan. Los voceros del gobierno nacional y las editoriales de los multimedios se alinearon en la justificación, y avanzaron, no sólo con el ejemplo práctico, sino también con la planificación a largo plazo.
En cuestión de días, reprimieron tres cortes en el marco del paro general, militarizaron la planta de AGR-Clarín para desalojar con un operativo imponente, e impidieron a puro gas y palazo limpio la instalación de una carpa educativa en Congreso. Y no sólo eso: festejaron cada caso, y anunciaron las medidas que vienen.
Van a invertir en nuevas tecnologías y tácticas antidisturbios al estilo de las fuerzas de choque alemanas y la división antimotines yanqui; van a comprar equipos de dispersión y reducción, logístico e instrumental, como las sirenas de sonido LRAD o los hidrantes de espuma, para inmovilizar y detener con mayor facilidad. Enviaron civiles a infiltrarse en las movilizaciones para apuntar referentes, diálogos y funcionamiento de las columnas. El día de mañana, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich , y el secretario de Seguridad Interior, Gerardo Milman, se van a reunir con los altos mandos de la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura para analizar los “futuros pasos”.
Nuestra respuesta
Lo que viene está claro: más mano dura, mayor persecución y represión directa a los sectores organizados. Pero hay un elemento indispensable, detrás de todo este recorrido que hicimos hasta acá: que hagan todo esto, que tengan que llegar hasta acá, es porque ya no les queda otra, y porque molestamos de verdad. Saben que si el pueblo trabajador no se va a dormir a la casa, no se calla y se queda quieto, les ganamos las calles, y pierden de una vez. Lo tienen clarísimo. La historia habla por sí sola, y ahí están sus prioridades.
No va a ser fácil, compañeros y compañeras. Pero hay que redoblar nuestros esfuerzos, porque vienen por todo. El futuro llegó hace rato para ellos, pero también para nosotros y nosotras.