Entre la penumbra de la noche, se fue Gualberto Solano. Su grito tuvo que retumbar en el frío y ventoso Choele y Choel, desde 2011, cuando desaparecieron a su hijo Daniel.
Un paro, un reclamo, una lucha contra Expofrut; un desaparecido. Nuevamente, la policía en foco, destiñendo esa falacia de que no hay desaparecidos en democracia.
Un grito que no tuvo eco en las murallas de los edificios que detentan la “justicia” tan ajena al trabajador. Un grito que recorrió todo aquello que se entreteje en la impunidad. El estado acompaña la trata, el estado sostiene la explotación,el estado te persigue si reclamás, el estado te desaparece, el estado te pide que confíes en sus tiempos, el estado te pide paciencia, el estado se te ríe en la cara, el estado deja que te mueras en silencio cuando te consumió la voz. El estado es responsable de muchas maneras.
Por las esquinas y calles de la patagonia se vislumbran carteles y stenciles que reclaman por Daniel: “Aparición con vida”, “¿Dónde está?”, “Ni ausente ni perdido”, “Con vida lo llevaron, con vida lo queremos”.
Encadenado y entre huelgas de hambre, Gualberto reclamó ante funcionarios para los que sólo fue una sombra más. El rostro de su chango se multiplica en los miles de trabajadores golondrinas matados de hambre y pobreza que viajan al sur, en estos campos donde hablar de esclavismo es una desgracia, porque, recuerde, seguimos en democracia.
Gualberto dejó sus últimos siete años de vida en la búsqueda de su hijo, no faltó la rabia en la búsqueda, ni fue un contratiempo la desesperanza de su mirada. En estos últimos meses pudo ver a la cara a los policías acusados en la trama de desaparición y asesinato de Daniel. Sandro Berthe, Pablo Bender, Juan Barrera, Diego Cuello, Pablo Albarran Cárcamo, Pablo Quidel y Héctor Martínez , son los nombres que representan a la institución policial. Meros rostros representativos de la impunidad.
A Daniel y Gualberto, se les fue la vida luchando. Seguir su ejemplo, no es una opción, es la responsabilidad que nos toca.
