En mayo de 1987, Willy, el Negro y Oscar fueron fusilados por la policía mientras estaban sentados tomando una cerveza, en una esquina de la localidad de Ingeniero Budge. Lxs vecinxs rápidamente pudieron entender que el único delito que habían cometido los pibes era ser parte de la clase trabajadora, y que no podían quedarse quietos ni callados frente a esta injusticia. Comenzaron a organizarse para ganar las calles, para no permitir que el silencio y la impunidad hagan que estos crímenes se sigan perpetuando. Un año después, asesinaron al militante cristiano de base Agustín Ramírez, en Solano. El fusilamiento del “Peca” Rivero en 1989, en la Matanza, fue otro de los diversos casos del conurbano bonaerense. Estos hechos también lograron que varias personas tomaron las causas como propias. De a poco comenzaron a organizar un incipiente movimiento antirrepresivo, que ponía de manifiesto que las torturas y los fusilamientos no habían terminado en 1983.
En 1991, Walter Bulacio era detenido arbitrariamente en la entrada de un recital de la banda Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. A causa de torturas por parte de la policía, murió a los pocos días. Sus padres no habían sido notificados de su detención, se enteraron un día después por un vecino, que también había sido detenido junto con Walter, pero que fue liberado antes. Cuando sus padres llegaron a verlo, su hijo ya se encontraba al borde de la muerte, en el hospital Fernández. El médico que lo atendió más temprano le preguntó quién le había pegado, Walter respondió: “la yuta”.
Los familiares de Walter, sus amigxs y compañerxs del colegio, al igual que lxs vecinxs de Budge, también supieron comprender que no podían quedarse quietos. Por eso empezaron a dar la lucha por pedido de justicia por Walter. Diferentes diputados y punteros políticos intentaron cooptar esa lucha. Pero su familia siempre fue consciente que se enfrentaban al aparato represivo del estado, y que la pelea había que darla organizándose de manera independiente, y presionar tanto en los Tribunales, como en las calles. Víctor, el padre de Walter, se contactó con un incipiente grupo de militantes antirrepresivos para llevar adelante el reclamo de justicia.
Leé la tercera nota de la serie de publicaciones “Los abriles de Bulacio: Por Walter y por todxs, seguimos luchando”
La detención y la tortura seguida de muerte de Walter logró interpelar a la juventud, quizá porque el caso les remitía a una realidad violenta e injusta a la que estaban (y están) sometidos constantemente. Ellxs son víctimas de una estigmatización orquestada por la clase dominante para doblegarlxs y domesticarlxs. Así fue que lxs estudiantes del Nacional Rivadavia decidieron hacer una convocatoria para marchar desde el colegio hacia el Congreso en apoyo a la lucha de la familia. Miles de jóvenes respondieron a la convocatoria y sumaron sus voces a este reclamo de la organización independiente. Esa primera marcha fue encabezada por el papá de Walter (Víctor) y su abuela María Armas. Más adelante, tuvo lugar una segunda marcha, que fue impulsada desde la Asamblea de la Juventud, y que logró articular a estudiantes secundarios, universitarios, juventudes de los partidos de izquierda y militantes antirrepresivos; y que sorprendió a todo el país por su masividad. La marcha logró una convocatoria de más de 10.000 jóvenes, Walter se había transformado en bandera de lucha de la organización independiente. También, el caso interpeló fuertemente a los fanáticos del rock nacional, quienes continúan manteniendo viva su memoria, como lxs fanáticxs de La Renga, que lo siguen nombrando en sus arengas, pidiendo justicia.
Walter fue semilla de la que brotó la rebeldía del pueblo, que había comprendido que no se trataba de un caso aislado. Era parte de una política represiva dirigida hacia los sectores más humildes de la población y que, justamente, apuntaba a sembrar el miedo y el terror para no se organicen y denuncien las injusticias. Por lo tanto, quedarse calladxs y quietxs frente a estas injusticias no era (ni es) una opción. Fue al calor de esas multitudinarias movilizaciones y del pedido de justicia por Walter Bulacio, que un grupo de militantes antirrepresivos decidimos organizarnos y nombrarnos como Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI). Ya en 1992, se habían sumado a nuestras filas, familiares de diferentes víctimas de la represión estatal estudiantes y militantes antirrepresivos.
Leé la primera nota de la serie de publicaciones “Los abriles de Bulacio: la democracia de las detenciones arbitrarias“
Es necesario retomar la impronta de aquellos movimientos que comenzaron a alzar la voz contra la injusticia y darle continuidad a esa lucha, dada la coyuntura actual. Hoy en día, el gobierno de Mauricio Macri y sus aliados continúa profundizando cada vez más las políticas represivas, que tienen como principal objetivo a lxs jóvenes de los barrios populares: hasta fin del año pasado, en sólo 721 días de gobierno habíamos contado 725 muertes por gatillo fácil, torturas y asesinatos en cárceles y lugares de detención (de esto último son víctimas principalmente aquellos que son arbitrariamente privados de su libertad). Por eso, aunque el estado nos haya privado de su presencia, Walter debe renacer día a día en la lucha antirrepresiva, así como debe hacerlo la memoria de todxs nuestrxs seres queridxs asesinadxs por el aparato represor.
Así como en aquellas movilizaciones de los años ‘90, seguimos y seguiremos diciendo:
WALTER BULACIO
¡PRESENTE!
AHORA Y SIEMPRE
CONTRA LA REPRESIÓN: ¡ORGANIZACIÓN, UNIDAD Y LUCHA!