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El 24 de noviembre de 1992, Rodolfo “Fito” Ríos de 23 años, fue asesinado a golpes por los integrantes del cuerpo de requisa del penal de Caseros. En 1997, Mir, Tocayuc y Galarza, los tres jefes de turno y de guardia de esa cárcel fueron condenados con la burda figura de “homicidio en riña” con penas irrisorias que les garantizaron su impunidad. Rodolfo, fue sometido a un brutal apaleamiento con caños de hierro, palos de madera y patadas de borceguíes. Solo pasaron 15 días detenidos.

 Conocer la historia de Fito, como lo nombran sus familiares, amigxs y quienes llevamos su historia y su foto como estandarte de lucha desde hace 27 años, es conocer la historia de Delia Garcilazo, su mamá. Una madre que transformó el dolor en lucha desde el momento que sepultó a su hijo, haciéndole una promesa de por vida que es nuestro mayor legado. Fuera de toda solemnidad y de palabras grandilocuentes, se trata de una historia que forjó junto con tantas otras, una organización política que puso sobre el tapete la cruda realidad que viven lxs pibes de nuestras barriadas populares. 

Organizada en CORREPI, Delia Garcilazo reivindicó la memoria de su hijo y lxs miles de pibes devorados por las fauces del aparato represivo estatal promoviendo la creación de una herramienta política que seguimos construyendo: el Archivo de Casos. Esa herramienta que desde hace 23 años creamos de manera artesanal es la muestra evidente de lo que producen las distintas metodologías de las que se sirve el Estado para someter a la juventud y a la clase trabajadora. Fue la bronca de Delia, al escuchar a Carlos Corach en los 90 decir que el gatillo fácil no era tal y que si existía que le llevaran los nombres. Ante tamaño gesto de impunidad para con lxs asesinos de su hijo, Delia, lejos de quedarse quieta redobló la apuesta. Y volvió a reivindicar la memoria de Fito.

27 años después, nuevamente otra funcionaria del Estado, esta vez ministra de seguridad tuvo la infame insolencia de negar nuestrxs muertos, esta vez presentando un contra informe titulado “Ministerio de Seguridad versus CORREPI”, reconociendo así que la represión es política de estado. Lejos de asustarnos o sentirnos amedrentados, redoblamos la apuesta, así como Delia hizo por Fito desde aquel 24 de noviembre de 1992.

El próximo 13 de diciembre, en Plaza de Mayo, estaremos presentando la 23a edición del Archivo de Casos y el Informe de Situación Represiva Nacional 2019, denunciando los cuatro años del gobierno más represor desde la vuelta de la democracia y exigiendo al gobierno por venir las medidas necesarias para que dejen de asesinar a la juventud de nuestrxs barrios. La memoria de Fito y de Delia, la llevaremos bien arriba junto con la nuestrxs pibes, como corresponde: organizadxs y luchando siempre en las calles.   

Rodolfo “Fito” Ríos ¡Presente!

Compartimos fragmentos de la entrevista que le hicieron a Delia en el 2008, presente en el libro “No Callaras. Historias del Gatillo Fácil.”

Delia ¿Cómo mataron a tu hijo?

Mi hijo estaba detenido en el Servicio Penitenciario de Caseros. Le pegaron una paliza terrible que lo dejo en coma irreversible. Le dieron un palo tan bien dado que le rompieron el hueso etmoides, que está en la cabeza.

¿Y vos quedaste conforme con la sentencia?

No, el fiscal no quiso actuar en el juicio, les dieron condenas en suspenso de menos de 3 años. Estuvieron quince días detenidos. Pero la verdad es que no tenía muchas esperanzas de que se hiciera justicia por que los camaristas que los juzgaban ¡Eran gerontes! Imaginate que se dormían en las audiencias.

¿Cómo que se dormían?

Te lo puede decir, María del Carmen Verdu, la abogada. Un día ella se rio porque yo le dije: “¿Me permite señor Juez?”, y me levanté. “Yo lo que le pediría es que por favor no se duerman y escuchen los testimonios”, mandé. Siempre interrumpí unas cuentas veces, porque soy muy rebelde. Cuando arranco el juicio, se referían a mi hijo como “el interno”; yo me levanté y les dije que no quería que le dijeran así a mi hijo porque él no era ningún interno, tenía nombre y apellido. Aparte de quitarle la vida, no le iba a permitir que le quitaran la identidad.

Está muy bien…

Soy bastante rebelde, bastante peleadora. Mientras viva voy a pelear, aunque tenga cien años, porque es una de las formas de mantener vivo a mi hijo.

¿Qué sentiste cuando te dijeron que tu hijo estaba muerto?

Yo había estado el sábado anterior con él, y el jueves había estado mi nuera, porque a el nunca le falto visita. ¿Qué es lo que sentí en ese momento? Yo no pude ponerme a llorar ni nada, porque tenía que sostener a mi nieta, a i nuera. Te imaginas que mi nuera tenía 20 años y estaba con un bebe en brazos, así que no me pude dar el lujo de llorar. 

¿Y cuándo pudiste llorarlo?

A los dos años y medio. Porque después empecé a enterarme de que le habían pegado y me tuve que ocupar de la causa. Yo venía todos los martes a la reunión de CORREPI en Corrientes y Callao y dos martes seguidos, cuando volvía a mi casa de La Matanza, unos policías me tiraron el patrullero encima y me asusté mucho. Entonces pase 6 meses sin salir de mi casa, encerrada, deje el asunto del juicio para que lo llevaran los abogados y un día me levante y empecé a pensar: “¿Qué es lo que me pasa a mí?”, si yo no hice nada y después escribí, porque a mí me gusta mucho escribir. Tarde una semana en escribirle una carta a mi hijo: escribía dos o tres renglones y lloraba, esa carta no te digo que dio la vuelta al mundo, pero te puedo asegurar que a Alemania y a Australia llegó.

¿Y qué paso después?

Estuve una semana llorando. La termine, me acuerdo, un día sábado. Y el martes me levante, fui a la CORREPI de vuelta y lleve la carta, y justo en ese momento se iba un abogado a Alemania y tenía que llevar una revista sobre el sistema represivo de la Argentina y puso como ejemplo la carta de los familiares. Yo no me hice dueña de esa carta, siempre la presentamos como colectiva porque yo pienso, que lo que digo ahí todas las mamas lo sintieron.

¿Alguna vez pensaste en hacer justicia por mano propia?

En un primer momento si, pero lo cavile mucho y lo descarte, porque entonces no iba a ver ninguna diferencia entre estos hijos de mil… y yo. Siempre dije que mientras mi hijo me duela no me voy a retirar, porque mi hijo me duele como el primer día. 

¿Y cómo va evolucionando ese dolor?

Yo me levanto y no hay un día en el que no piense en él, en 16 años que hace que me lo mataron, no hay un día. Me levanto y parece que tengo la sensación de cómo era la piel de él. Tenía una sonrisa, no es porque fuera mi hijo, pero tenía una sonrisa hermosa, cuando él se reía, se le iluminaba todo el rostro. Era muy compañero mío, era un pibe que se parecía mucho a mí, en el sentido de que no era discriminador, el no tenía ninguna vergüenza de que lo vieran los compañeros levantarse, lavarse la ropa, era muy prolijito.

¿Qué hacía? ¿Trabajaba, estudiaba?

No, estudiar no estudiaba, él trabajaba en el Mercado Central, fue el primer vendedor que hubo en el Mercado Central cuando tenía 15 años. Y también robaba motos. Pero nunca lo pudieron detener porque jamás llevó un arma. Él me decía: “Mami, yo soy ladrón de alma, pero no agredo gente”. El, en un tiempo, se había drogado, pero no era un tipo que se enviciaba. Decía: “Yo dejo y dejo, pero no me pidas que deje robar porque eso es innato en mí.” Tenía muchos códigos y cuando estaba detenido me decía: “A mí, el sistema carcelario no me va a atrapar.” No se llevaba mal con nadie, pero no era de entrar en esos barullos, ni de drogarse. Se cuidaba mucho, él se enojaba porque el hermano iba a la cancha y al final, vino a morir así, a mano de unos cobardes. 

¿Crees en Dios?

No y sin embargo fui educada en un colegio de monjas. Yo soy una persona que cree que el que hizo mal acá, en la tierra, lo tiene que pagar acá en la tierra. Para mí no hay mas allá, siempre lo digo. Yo nunca negué que mi hijo anduviera en la delincuencia, pero no puedo perdonar que se lo haya matado en la forma en la que se lo mató. Porque si él hubiera tenido un arma, estaríamos hablando de otra cosa. Ningún uniformado tiene el derecho de matar a nadie.

¿Cómo te gusta recordar a tu hijo?

Riéndose. Yo casi no voy nunca al cementerio, pero cada cinco años tengo que ir a pagar el nicho porque mis hijos me obligaron a que lo tenga en una urna y junto al padre. Pero no quiero hacer culto a la muerte, a pesar de que me acuerdo todos los días de él.

¿Pensaste alguna vez porque una persona decide matar a otra que no le hizo nada?

El gatillo fácil es una perversión. Un pibe que está en la cárcel, si se hace el loquito se lo esposa y listo. Yo creo que tienen la perversión de tener a alguien sometido y no encuentran mejor forma de someter a las personas que el uniforme.

Este es un párrafo de la carta que con la que Delia despidió a su hijo el día que pudo empezar a llorarlo: 

“Tengo deseos de abrazarte, de besarte y me encuentro con las manos vacías; lloro por tantas cosas que no serán. Recuerdo tus caricias, tu sonrisa, tu “Hola mami”; recuerdo cuando cantabas y reías abrazándome, pidiéndome la comida o el postre que querías. Recuerdo tu primer cigarrillo, que fumabas a escondidas y yo hacía como que no te veía. Solo puedo prometerte seguir luchando para que sigas bailando y cantando, para que sigas riendo.” Tu mamá, que te ama  

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