Presentación del Informe final de la Delegación de Solidaridad y Apoyo al pueblo boliviano.
La segunda década del año 2000 se inicia con una Latinoamérica en pleno movimiento. Décadas de implementación de doctrina neoliberal mediante dictaduras militares y gobiernos aparentemente democráticos han hecho estragos en generaciones completas de habitantes de estas tierras. Ha habido épocas de mejoras sustanciales para los pueblos bajo gobiernos de tintes progresistas que alumbraron combates ilusionistas con el capitalismo y el imperialismo sin acabar con las miserias estructurales de fondo inherentes a un sistema y Estado de clase.
En el seno de esas contradicciones de los sectores dominantes se agazaparon las distintas vertientes de la derecha continental para construir poder de forma solapada y, en la mayoría de los casos, los sectores progresistas, en vez de tensionar al máximo para poder profundizar las conquistas logradas, cedieron ante el espanto de lo desconocido y sucumbieron a los designios del poder financiero concentrado.
Endeudamiento externo, economía extranjerizada y matriz productiva dependiente han sido los elementos sobre los que se construyó el neoliberalismo de estos tiempos, acompañados por suculentos discursos políticos y mediáticos que abonaban a una cosmovisión totalmente destructiva para la humanidad. Cuando los sectores progresistas no pudieron contener el huevo de la serpiente para que no les explote en la cara, las burguesías nacionales traidoras y el imperialismo adoptaron mecanismos más sutiles y menos directos como los perpetrados en los ’70 y ’80: golpes “blandos” o parlamentarios; gobiernos paralelos construidos a partir de supuestos fraudes electorales; creación de bandas paramilitares de caracter neo-fascista; persecución mediática y judicial; traiciones entre los mismos sectores progresistas; estados de excepción llevando al límite la legalidad, fueron entre otras, las formas que adoptó el enemigo para reconstruir el dominio aparentemente perdido en la primer decada del siglo.
La situación de los últimos años en Honduras, Haiti, Costa Rica, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Paraguay, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Colombia asi lo atestigua. Cada país, con su proceso y sus propias características, alumbra la discusión necesaria de pensar cómo seguimos enfrentando el capitalismo y el imperialismo; cómo de manera urgente tejemos la unidad de lxs que luchan para combatir en las calles a los distintos gobiernos opresores de esos países y cómo evitar que en otros países suceda lo mismo.
Pero en ese marco de gobiernos progresistas débiles y a veces serviles a intereses foráneos (Nicaragua ha sido ejemplo el último año de la aplicación de recetas del FMI al costo de relegar banderas históricas de lucha), de gobiernos más disruptivos como Venezuela y Bolivia, que se han atrevido a proyectar una soberanía politica y una independencia económica real de Estados Unidos (nacionalizando sus recursos estratégicos como el petróleo y el litio); de gobiernos que traicionaron su programa de origen (Lenin Moreno en Ecuador) o de honestos gobiernos hambreadores y ajustadores (Perú, Colombia, Brasil, Chile, Argentina) ha irrumpido en la escena pública el sector mayoritario sobre el que se descargaron todas estas políticas de muerte y miseria.
Millones de obrerxs, campesinxs, originarixs, migrantes, jóvenes, estudiantes, mujeres y disidencias sexuales y de género se han volcado en las calles para denunciar las avanzadas de las derechas en cada país, al costo de la propia vida, para hacer retroceder los designios del imperialismo.
Pero, como sabemos, el enemigo no abandona fácilmente el poder o sus trincheras de lucha mientras controle los aparatos de construcción de consenso y coerción estatales o para estatales: el nivel de represión en Nicaragua a principios de año, en Ecuador, Chile y Bolivia en los últimos meses asi lo atestiguan.
CORREPI ha sido testigo de primera mano de cómo los carabineros de Chile han mutilado a centenares de manifestantes bajo tácticas de guerra del Estado de Israel. Represión digitada bajo la presunción de una “guerra” descripta como tal por el propio presidente Sebastián Piñera, apoyada en la tradición represiva heredada del pinochetismo.
CORREPI fue testigo, también, del nivel de fascismo de las bandas ultra religiosas de Bolivia de la conocida medialuna de Santa Cruz donde se castiga el empoderamiento de los pueblos originarios que fueron dignificados por el gobierno del MAS para ser luego perseguidos, golpeados, torturados, mutilados, asesinadxs y desaparecidxs por el gobierno de facto de Yeanine Añez, con aval de las fuerzas policiales, militares y las bandas fundamentalistas católicas de Santa Cruz, obligando a Evo Morales y a parte de su gabinete al exilio para no ser asesinadxs y cercando al MAS para imponer un nuevo dispositivo electoral para el próximo año.
Pero así como hemos visto la barbarie, hemos visto la resistencia.
Y sobre todo, la solidaridad de lxs que luchan en todo el continente contra una forma de comprender el mundo y sus relaciones, que se basa en la riqueza de unos pocos a costa del sufrimiento de las grandes mayorías.
La presentación del Informe Final sobre la situación en Bolivia, producido por la Delegación de Solidaridad y Apoyo al pueblo boliviano viene a cumplir varias tareas: registro de las condiciones que generaron el golpe de Estado, registro minucioso de las distintas violaciones sistemáticas a los derechos humanos por parte del gobierno de facto y sobre todo, una reivindicación a la memoria de las personas que perdieron la vida tratando de resistir la estampida de las clases dominantes en Bolivia y en todos los países de este continente.
A cada unx de ellxs, les seguimos honrando en la lucha.