Era la mañana del lunes 11 de julio de 2016. Lxs trabajadorxs de Tiempo Argentino y Radio América, junto al SiPreBA (Sindicato de Prensa de Buenos Aires) y CORREPI, convocaban a una radio abierta frente a los juzgados de la Ciudad, en Beruti y Coronel Díaz. Una semana antes, habían sufrido el ataque de la patota dirigida por el empresario Mariano Martínez Rojas, que con apoyo de la Policía Federal había ingresado con violencia al edificio en el que funcionaban ambos medios, en pleno proceso de vaciamiento por la patronal. Ese lunes 11, estaban citados ante el juzgado penal contravencional y de faltas, para fundamentar su reclamo de que se reconociera el hecho como parte de un plan criminal para impedir el funcionamiento de la radio y el diario bajo control de sus trabajadorxs, y que, en consecuencia, la causa pasara a tramitar ante la justicia federal.
Antes y durante la audiencia, una ausencia se hizo notar. ¿Dónde está Cachito? El compañero, referente de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), había comprometido su presencia apenas nos fijaron fecha la semana anterior. Pero no estaba. Algo tenía que haber pasado.
La preocupación empañó la celebración del buen resultado de la audiencia. Ya era mediodía cuando nos llegó la noticia. Cachito no había venido por la única razón que lo podía forzar a quebrar un compromiso solidario. Había muerto el sábado en su casa.
Unos días después, cuando lo pudimos despedir, desde CORREPI dijimos:
“Su rol como referente y militante por los Derechos Humanos tuvo dos ejes centrales: fomentar la creación de distintos espacios de unidad a lo largo y ancho del país, enseñándonos a anteponer los consensos y los puntos de acuerdo a las diferencias, con el equilibrio necesario para poder avanzar en una misma lucha con la mayor participación posible, y enfrentar las injusticias y la represión del presente con la misma fuerza que sostuvo el reclamo histórico de memoria, verdad y justicia.
Su vida fue y seguirá siendo un ejemplo enorme de lucha inclaudicable, para todas y todos nosotros“.
Cuando se nos va un compañero imprescindible, no hay tiempo ni relojes, no hay respuestas válidas, ni cosas que analizar. Sólo queda el compromiso de defender su memoria como una responsabilidad histórica. No permitir que se borre su presencia, levantar sus banderas, replicar sus sueños, continuar su lucha, multiplicar su ejemplo.
Porque la tristeza la transformamos en fuerza, compañero Cachito, nos seguiremos viendo en la lucha.