A pesar de la menor circulación de personas debido a la vigencia del aislamiento social preventivo y obligatorio, el gatillo fácil no disminuye. Esta vez, fue en la Isla Maciel, a pocos metros del Club Atlético San Telmo, y nada menos que con 18 tiros.
El policía federal Osvaldo Nicolás Rendichi, de 24 años, había pactado la compra de una PlayStation por redes sociales. Cerca de las cuatro de la tarde de ayer, el oficial de la PFA llegó al lugar acordado en su auto, llevando los $17.000 pactados. Lucas Adrián David Barrios, de 18, lo esperaba. Juntos ingresaron por un pasillo del barrio.
Según el policía, cuando habían hecho unos 20 metros, apareció una persona armada, que lo quiso asaltar. El oficial se identificó y desenfundó su pistola Bersa calibre 9 milímetros. Como –siempre según su versión- la otra persona hizo un disparo, su respuesta fue vaciar el cargador, no sobre quien lo amenazaba, sino sobre Lucas, que recibió 18 balazos y murió a los pocos minutos de ser trasladado al Hospital Fiorito. Luego, dijo que recogió el arma que tiró la persona que huyó, volvió a su auto, en el que lo esperaba su hermano, y se dirigió a la comisaría 1ª de Avellaneda.
El fusilamiento es tan evidente que el fiscal Elbio Laborde, de la UFIJ 3 descentralizada en Avellaneda, dispuso la aprehensión del efectivo, y por estas horas lo está indagando por homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego.
Claro que a la justicia siempre le faltan cinco guitas para el peso cuando se trata de miembros del aparato represivo. Un policía, que según su propia admisión se identifica como tal y dispara su arma reglamentaria, por añadidura 18 veces, sobre una persona desarmada que no lo estaba agrediendo, no comete un homicidio simple, con la agravante del uso de arma, sino un homicidio calificado por ser integrante de las fuerzas de seguridad que actúa abusando de su cargo o función. El que dispara es el individuo, pero el arma y la función son estatales, lo que determina que el delito sea un crimen de estado.
Esperamos no enterarnos muy pronto que el fiscal considere que el policía federal “no representa riesgo de fuga” ni ofrece “peligros procesales” y lo deje en libertad, como sucedió, en la misma fiscalía, con otro policía, con el mismo apellido pero de la extinta Metropolitana, el agente David Alejandro Barrios, que en 2011 fusiló a los adolescentes Rodrigo Alfredo Romero y Jesuán Ariel Marchioni, nunca detenido.
No es menor advertir que el diario Crónica tituló, con la gorra puesta, “Policía mató de 18 balazos a un joven que lo quiso asaltar en la Isla Maciel”, cuando la propia nota aclara que el chico asesinado no era el que intentó el robo –si es que efectivamente eso ocurrió- ni mucho menos estaba armado. Así funciona la búsqueda de legitimación para el gatillo fácil.
Basta de gatillo fácil
Basta de represión
¡Justicia para Lucas!