El 28 de diciembre de 2018, Damián Gómez fue asesinado por el sargento de la policía federal Hernán Marcelo Salvatore, a muy pocas cuadras de Villa 15, en la calle San Pedro entre Montiel y José León Suárez, en el barrio de Mataderos, CABA.
Damián era un pibe de 16 años, de Ciudad Oculta, hincha de Chicago, cantaba en la murga “Los delirantes de Mataderos”, vivía con su mamá Miguela, su papá y sus hermanxs; y junto con su novia esperaban un hijo que hoy lleva su nombre: Damián.
Cuando lo mataron, Damián estaba desarmado, no puso en riesgo la vida de nadie. Salvatore sí. Estaba de civil y disparó trece veces con su arma reglamentaria. Los policías involucrados se negaron a llevarlo inmediatamente al hospital.
Tras un tiempo considerable de hemorragia, lo trasladaron en un patrullero sin darle lugar a una debida intervención de la ambulancia.
A pesar de que hay videos que dan cuenta del fusilamiento, la justicia en lugar de considerarlo como un homicidio agravado por haber sido cometido por un funcionario policial, decidió sobreseer a Salvatore y justificar su accionar como legítima defensa: para esto se basó en que el primero de los trece tiros entró por el abdomen. Luego de nuestra apelación, la justicia lo volvió a sobreseer utilizando la doctrina Chocobar, más específicamente la resolución 956/18 que habilitaba el uso del arma reglamentaria de las FFSS en cualquier circunstancia.
Hoy, este policía está libre y sigue en funciones gracias a que jueces y fiscales garantizan la impunidad del brazo armado del estado que, al día de hoy, mata a una persona cada 20 horas.
Seguimos exigiendo, a través de la organización y la lucha, la prohibición a todas las fuerzas de seguridad de portar el arma reglamentaria fuera de servicio. Y es urgente porque la mitad de los fusilamientos en la vía pública son protagonizados por funcionarios de franco con su reglamentaria. Damián es otra víctima de gatillo fácil.
A dos años de su fusilamiento gritamos tres veces, bien fuerte y con el puño en alto: