Nico vivió su infancia y adolescencia en el barrio de Virreyes, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Era hincha fanático de Tigre. Sus amigos le decían “sanguchito” porque vendía sandwiches para poder ir a la cancha.
El 21 de diciembre de 2016, en la esquina de Carlos Calvo y la avenida Jujuy, del barrio porteño de San Cristóbal, el sargento de la PFA Sergio Damián Lucero fusiló a Nicolás Soriano. Pero el estado no sólo lo mató. También intentó ocultar su identidad.
Al otro día, policías bonaerenses fueron a la casa de su familia, en Virreyes, para constatar su domicilio, pero no les contaron que Nicolás había sido herido. Sólo les dijeron que estaba detenido y que les iban a avisar cuando lo pudieran visitar.
Mientras tanto, en CABA, Nicolás era “pibe de San Cristóbal”, internado como NN en la terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía, sin familiares a la vista. Durante una semana, decididxs a recuperar su identidad, compañerxs de CORREPI fueron diariamente al hospital, hasta que pudimos obtener su nombre. Buscamos en guías y padrón, caminamos las calles de Virreyes preguntando, hasta que encontramos a su mamá y hermana, y las acompañamos al hospital.
El 9 de febrero de 2017 Nico falleció. No murió solo, sin que nadie se entere, como hubieran querido, sino con su familia abrazándolo.
El año pasado, el juzgado criminal y correccional nº 4 decidió cerrar la causa, con el argumento eterno de la “legítima defensa” de un policía armado contra un joven desarmado.
Hoy, a dos años de su muerte, siempre con la convicción que hay que transformar el dolor en lucha y la tristeza en organización, compartimos estas palabras que escribió nuestra compañera Flavia Soriano, hermana de Nicolás:
Ya se cumplen dos años se tu partida. Dos años de dolor, de angustia, de muchas preguntas…
Pero también dos años de aprendizaje, de conocer otra realidad que no sabíamos que existía, de saber que pasan cosas que nadie te las cuenta, de saber que hay gente te acompaña, te ayuda, te cuida casi sin conocerte.
Hoy 9 de febrero hace dos años que te fuiste, después de luchar por tu vida un mes y medio. Después de recibir una bala de un policía en tu cabeza. Cuánto dolor, hermano. Cuánta impotencia. No pude traerte de nuevo a casa. Sólo me consuela saber que pudimos acompañarte tus últimos días. Pudimos acariciarte, mimarte, cuidarte. Esto fue gracias a CORREPI, que nos buscó y nos contó lo que te había pasado.
Para muchos, sos uno más. Para mí, mi querido hermano, al que nunca voy a olvidar.