El pasado sábado 20 de marzo, Jesica fue abusada sexualmente por policías de la comisaria n° 13 de barrio General Bustos, cuando fue detenida por intentar evitar que se lleven detenido a su hermano.
El título no es una consigna vacía ni caprichosa. Es una realidad cotidiana que viven millones de trabajadorxs en todo el país que sufren las políticas represivas en carne propia.
Jesica fue llevada esposada arbitrariamente junto a su hermano, quién fue detenido inicialmente por la policía cordobesa mientras paseaba por el barrio con su familia. En la comisaría, ambxs sufrieron una golpiza por parte de los miembros de la fuerza.
Lo que siguió es una prueba más de lo que decimos cuando denunciamos que la represión estatal se potencia cuando se cruza con la violencia patriarcal. Jesica fue llevada a un cuarto dentro de la comisaría donde, mientras la insultaban, le continuaron pegando, abusaron sexualmente de ella y la torturaron ahogándola en un balde de agua. Si, una práctica que nos remite a las peores épocas de nuestro país, justo en los días previos al 24 de marzo.
Luego de estar tres días detenida, fue liberada junto a su hermano. Cuando fue a realizar la denuncia al Polo de la Mujer, que depende de la Secretaría de Lucha contra la Violencia a la Mujer y la Trata de Personas, la repuesta que recibió fue un botón antipánico. Si, un botón que, de activarlo, la pondría en contacto con la misma fuerza que la golpeó, la torturó y abusó de ella.
Al día de hoy, no hay identificado un solo responsable por este hecho gravísimo. Lo que si hay es responsabilidad estatal, que no va a modificarse con capacitaciones o formaciones en género, aún cuando el gobierno nacional se arrogue “estar poniéndole fin al patriarcado”. Entonces, ¿a quién cuida la policía?