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El 21 de enero de 2012, a la madrugada, varios móviles de la comisaría 8ª de la PFA fueron hacia la plaza Boedo, con la excusa de una pelea entre dos grupos de chicos del barrio. En el camino, los policías que iban en uno de los patrulleros vieron dos pibes que cruzaban la avenida Independencia, y como eran jovencitos, y uno tenía una gorra roja con visera, se metieron de contramano para perseguirlos, seguros que eran parte del grupo “revoltoso”. Eran Jon Camafreita (18) y su vecino Franco Rojas (14) que volvían a su casa a pocas cuadras de distancia, después de estar reunidos con sus amigos y nada tenían que ver con el disturbio.

Los policías Martín Alexis Naredo y Juan Carlos Moreira bajaron del móvil y corrieron a los chico. Moreira agarró a Franco en la esquina, y Naredo arrinconó a Jon a mitad de cuadra.
Entonces sonó el disparo, que atravesó la cabeza de Jon. Tras cuatro días de agonía en el Hospital Ramos Mejía, murió. El cabo Naredo argumentó que Jon le quiso manotear el arma en medio de un fenomenal combate cuerpo a cuerpo, explicación inverosímil pero que fue suficiente para que saliera en libertad con una “falta de mérito” bajo el brazo.

Delia Castro, mamá de Jon, y toda su familia, no se resignaron. Se organizaron y salieron a hacer pintadas y pegar afiches para denunciar el fusilamiento. A los pocos días llegaron al local de CORREPI, y nos contaron también la historia de Marcelo Sepúlveda, primo de Jon, asesinado por el COT de Tigre veinte días antes.  

(http://www.correpi.org/2022/marcelo-sepulveda-presente-2/)

Ya como querellantes en la causa, pudimos probar que el policía disparó con el arma apoyada en la sien de Jon, mientras él estaba arrodillado contra la persiana de una ferretería. La forma del agujero de la bala en la persiana y las quemaduras de pólvora en la gorrita roja con visera sellaron el destino del policía, que, aunque siguió libre, fue a juicio por homicidio calificado.

El 4 de septiembre de 2014, el cabo Naredo fue condenado a prisión perpetua por el tribunal oral nº 23, que al día siguiente reparó en un “detalle”: como nunca aceptaron nuestro reclamo de garantizar que no se escapara, y lo dejaron irse en el cuarto intermedio entre los alegatos y el veredicto, cuando lo fueron a buscar a la casa, ya no estaba.

La “búsqueda” del prófugo, a cargo de gendarmería, sumó un blooper tras otro, hasta que el 6 de noviembre de 2017 Naredo se entregó solito, con una carta para Patricia Bullrich, en la que explicó su decisión por la confianza que tenía en que “esta ministra de Seguridad y este presidente me van a defender”. Faltaba algo más de un mes para el abrazo de Macri con Chocobar, pero Naredo sabía bien con quiénes podía contar.

Hoy, a diez años del asesinato, la Cámara de Casación ya confirmó la condena a prisión perpetua y rechazó todos los intentos del policía de cumplir la pena en su casa, con arresto domiciliario.

Y seguimos gritando:

¡Basta de gatillo fácil!

¡Jon Camafreita presente!

Naredo, policía asesino


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