La policía tucumana volvió a dar otra muestra de la política de odio y represión que las compañeras travestis sufren por parte de las fuerzas represivas del Estado.
En la madrugada del 30 de septiembre, Aracely Figueroa (26 años) estaba en la esquina de las calles Buenos Aires y Crisóstomo Álvarez en la ciudad de San Miguel de Tucumán, cuando una policía se le acercó y la agredió física, psicológica y verbalmente a causa de su identidad de género. Fue tratada de “puto” y golpeada por personal de la policía de Tucumán que armó un despliegue con móviles ymás de 10 efectivos que la detuvieron arbitrariamente, imputándole el delito de “resistencia a la autoridad”: figurita repetida a la hora de justificar la represión.
Este hecho sucedió a dos meses del asesinato de Ayelén Gómez que, en 2012, había denunciado a la policía tucumana por haber sido violada en el marco de una detención arbitraria.
El recrudecimiento de la represión y persecución a las disidencias sexuales y de género durante el 2017, y en particular en esta provincia, es una clara expresión de un discurso oficial que legitima la puesta en práctica de estos hechos de odio por parte de las fuerzas represivas de un Estado que es esencialmente machista y patriarcal.
Porque a la cárcel, al closet y al cementerio no volvemos nunca más, la única respuesta es denunciar y organizarse ante cada uno de estos hechos.