Otoño era estudiante del CEM 14, jugaba al volley y era muy querida por sus amigos, amigas y su familia. “Era imposible aburrirse con Otoño” cuentan sus compañeras de tercer año. Los y las que la conocían hablan de una chispa, uno de esos fueguitos que alguna vez supo relatar Eduardo Galeano. Esos fueguitos que arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende. Así era otoño. Un fueguito que alguien apagó.
Entre el principio y el final, hacia fines de 2006, el subjefe de la Policía de Río Negro, comisario Víctor Cufré, confirmó que a su Policía no le interesaba llevar a Otoño a su casa. Públicamente Cufré aseguró que ellos, los policías, manejaban como principal hipótesis que Otoño se había ido por su propia voluntad.
¿Para qué iban a buscarla? Si ellos sabían muy bien donde estaba y con quién. Y no, como pasa siempre, las pibas no se van sin avisar. A las pibas se las llevan las redes de trata.
La principal excusa que esgrimió la policía para justificar su actitud se cayó de lleno sobre ellos cuando en el expediente judicial por la búsqueda de Otoño, que llevaba la jueza María del Carmen García Gracía, se sumaron escuchas telefónicas entre un explotador de mujeres y un policía de la comisaría 8va. de Choele Choel:
– ¿Sabés qué?… Tengo que llevar a una chica para fichar, loco –decía el proxeneta..
–¿Cómo está (la chica)? –contestaba el oficial de guardia.
–Está rebuena!!
–Uy, qué los parió. Esperá… Le preguntamos al subco –aclaraba el policía… – ¿Todo al pelo por allá? –agregaba el oficial.
Hablaban de Otoño. Los mismos registros telefónicos mostraban que la Policía ocultó información. También amenazaron testigos, a cada protibulo que se allanó, dieron aviso y finalmente, borraron pruebas. Pero no lo hicieron solos, el fiscal de la causa, Oscar Cid, fue separado al comprobarse que ayudó a encubrir a los policías investigados. Mientras todo esto ocurría el subjefe de la Policía, Cufré, continuaba sin pausa su carrera triunfal hasta convertirse en jefe de Policía y actualmente en secretario de seguridad de la provincia de Río Negro.
Si las escuchas aparecieron, fue gracias a que la familia de Otoño, su hermano Leandro y su padre, Roberto, decidieron organizarse y luchar, primero para encontrarla, luego para buscar el castigo a todos los culpables por la desaparición y asesinato de Otoño.
Tanto Leandro como Roberto construyeron la organización antirrepresiva Agrupación Otoño, y desde CORREPI hemos sido sus compañeros de lucha durante todos estos años.
No es confusión ni equivocación que los familiares de Otoño se organicen en una perspectiva antirrepresiva. Es sobre todas las cosas, la capacidad de comprender que no existen las redes de trata sin la policía.
La policía no es cómplice, porque no se puede ser cómplice de lo que uno mismo hace. Y son las fuerzas de seguridad, junto con otros sectores del estado quienes construyen, regentean y garantizan la existencia de todas las redes de trata del país.
Cualquier similitud con el caso de Marita Verón o los cientos de casos de pibas secuestradas por las redes de trata, no es coincidencia. Y para cerrar el vínculo, la justicia hizo lo que le toca.
Sobreseyó a todos los imputados, incluidos los policías. Néstor Cau, Germán Antilaf, José Jafri, Maximiliano Lagos, Federico Saavedra y Juan Calfiqueo. Todos ellos estuvieron acusados de secuestrar, abusar y matar a Otoño.
Por eso, cuando decimos redes de trata, decimos fuerzas de seguridad, decimos también Estado.
La lucha sigue.
A Otoño, que hoy tendría 27 otoños, la recordamos en las calles. El único lugar donde siempre tendrá justicia.
¡Justicia por Otoño Uriarte!
¡Vivas y libres nos queremos!
¡Basta de impunidad!